sábado, 10 de septiembre de 2011

INSTRUCCIONES PARA RECONOCER A UNA BRUJA (4)

Brujas en la cocina

Un día mi hermano sin darse cuenta se lo dijo: “Tenés cara de bruja”.
Ella soltó una risa espeluznante, chillona, bien de bruja, que hizo que se me pararan todos los pelos y después se puso seria y lo miró.
- ¡Cómo se te ocurre una cosa así! ¡Mirá si te escuchan los vecinos!
No sé muy bien que pasó después pero mi hermano andaba muy preocupado.
Un día que la cocinera estaba haciendo niño envuelto entró como desesperado a mi cuarto y me empezó a sacudir:
¡Nos vamos a comer un niño! ¡Nos vamos a comer un niño! ¡Nos vamos a comer un niño!, repetía con la cara blanca de susto.
Lo convencí de volver a la cocina y de que seguramente había escuchado mal.
Carlota, la cocinera tenía unas uñas largas, rojas y pinchudas, tan afiladas que no necesitaba cuchillo para cortar finita la carne. A mi me parecía normal porque siempre había sido así.
Ella también era una bruja.
Porque las brujas, siempre están rodeadas de otras brujas. Pero en ese momento yo no lo sabía.
Pero lo que si sabía es que Carlota también me daba miedo.
Le pregunté haciéndome la distraída: ¿Qué hay de comer?
Se dio vuelta y mirando a los ojos a mi hermano respondió lentamente:
N-i-ñ-o-e-n-v-u-e-l-t-o-
Mi hermano pegó un grito terrible y salíó corriendo.
Ella lanzó una de esas risas que yo solo había escuchado en las películas.
Nadie supo en dónde estaba Nicanor hasta la noche muy tarde. Pero lo cierto es que ese mediodía hubo un cambio de menú y comimos ñoquis.

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