lunes, 12 de septiembre de 2011

INSTRUCCIONES PARA RECONOCER A UNA BRUJA (5)

Caramelos embrujados

Algunas cosas estaban requete prohibidas.
No se podía. Así de simple.
Era una lista larga.
Enorme. Imposible de memorizar.
Una lista de cosas que no se podían.
No se podía ir a la plaza.
No se podía subir a la hamaca .
Mucho menos al sube y baja.
No se podía estar despierto de noche.
Nunca.
Ni para año nuevo.
No se podía comer chocolate. Ni siquiera con la leche.
No se podía invitar amigos.
Mucho pero mucho menos, ir a la casa de ellos adonde nadie nos podía vigilar.
Pero había algo que estaba requetecontrasuperprohibidísimo: comer caramelos de la bolsa prohibida.
Decía que era porque se te iban a caer todos los dientes.
Pero era mentira.
Yo tenía muchas amigas que tenían dientes y comían caramelos y chicles.
Me olvidé de contar que los chicles también estaban requetecontrasuperprohibidísimos, pero esa es otra historia.
Después del día del niño envuelto Nicanor no quiso comer más carne. Nunca. Ni siquiera cuando lo obligaban y esperaban a que se metiera el tenedor en la boca.
Juntaba, juntaba, y cuando nadie lo veía...puaj...escupía la bola gris de carne masticada y se la guardaba en el bolsillo para tirarla después a la basura.
Nicanor andaba con un hambre terrible.
Porque en casa lo único que Carlota hacía de comer era carne.
Y no había quién le sacara de la cabeza que nos estábamos comiendo a algún vecinito.
Hasta que un día no pudo más y buscando algo que comer se encontró la requetesuperprohibidísma bolsa de caramelos, riquísmos, envueltos en papel dorado y se la comió entera.
Lo vi venir feliz, con la boca toda pegoteada y las manos sucias.
¿Querés jugar a los autitos? le dije, porque eso sí se podía. Me di vuelta para buscar la caja y escuché un :
¡Guácala!
Era Nicanor. Vomitaba de colores.
Verde
Rojo
Azul
Amarillo
Violeta con pintitas
El piso parecía un arcoiris.
Enseguidita nomás apareció la bruja. Porque, después aprendí que cuando un encantamiento se activa, ellas se dan cuenta.
- ¡Los caramelos! gritaba
- ¡Te comiste los caramelos! ¡Mis caramelos!
Se fue a la cocina y volvió con un vaso enorme de leche blanca, fría, horrible, sin azúcar, ni nada, leche, pura leche.
- Tomate esto Nicanor .
Y se la tomó.
Enseguida se puso bien del estómago.
Pero desde ese día a Nicanor le gustaba la leche sola, fría, sin azúcar, ni chocolate, ni nada. Un asco.
Y se la tomaba.
Y me decía: ¡Qué rica la leche!
Y yo sabía que ella lo había embrujado.

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