sábado, 26 de junio de 2010

Cuentos de estacion IV

CUENTO DE VERANO

Había una vez una lombriz. No era una gran lombriz, era una lombriz chiquita y marrón de esas que se ocultan detrás de las piedras para que nadie las vea. Además era bastante tímida, no le gustaba pasar cerca de las rosas porque tenía miedo a las espinas, tampoco conversar con los caracoles tan grandes e imponentes.

En cuanto a las otras lombrices, no le resultaban muy interesantes, porque siempre hablaban de lo mismo. Cosas de lombrices. Que si la tierrita de aquí o de allá era mejor, que si la lechuga del vecino había crecido más este verano y también de los insecticidas, de los pesticidas y de lo que le había pasado a Ramona el último invierno que se la habían llevado para pescar y nunca más se supo de ella.

Felipa era tímida, pero tenía la sensación de que esa vida de lombriz escondía algún secreto, un misterio que lo explicaba todo y que ella no conocía todavía. Alguna vez había comentado esto con sus amigas lombrices pero, ... ¡qué papelón! Todas se habían reído de ella! Es más, todavía había alguna que cuando la cruzaba por la noche le gritaba:

“ Lombriz, lombriz ¿ por qué arrastrás por el suelo la nariz?”

O también :

“ Lombriz , insensata ¿ Por qué la tierra será negra y chata?”

Definitivamente eran muy aburridas ...

Un día cuando dormía la siesta se despertó sobresaltada.

¡ PUM! ¡PUM! , se sentía en el patio y todo el suelo se movía. Quería levantarse para espiar pero no podía. Al final se asomó detrás de la piedra y lo vio. Era un nenito. Corría y saltaba ... corría y saltaba ... De repente se detuvo y la vio. Ella se dio cuenta de que el niño la había visto y se acercaba. ¡ Qué susto! El corazón le latía acelerado. Por un momento se le cruzó lo de la pobre Ramona pero lo descartó, los niños no van a pescar.

Juan Cruz se acercó hasta ella despacio y se agachó para verla bien.

Se dio vuelta y dijo:

- ¡ Mirá mamá ! ¡Bicho!

La mamá miró de lejos y le dijo:

- Ah! Eso es una lombriz!.

- Lombri - repitió Juan Cruz riéndose. La miró un instante y salió corriendo.

Felipa se sorprendió de que las lombrices fueran tan conocidas por los seres humanos. Siempre había pensado que entre su mundo y el de los hombres no había otra cosa más que destinos como el de Ramona.

Extraño pensó, y se fue a buscar alguna manzana perdida en donde dormir esa noche.

Al día siguiente Juan Cruz salió al patio con intención de ver a su “amiga bicho” y comenzó a buscarla:

“ Lombri, Lombri , ¿dónde tás?”

Felipa se despertó sobresaltada. ¿ Quién me llama? ¡Es el nenito! Se asomó tímidamente y él la vio.

- Hola Lombri ¡Qué linda! Mirá mamá. Otra vez lombri ...!

¿Linda? ¡Eso si que era inesperado! ¿ Cómo podía alguien estimar su cuerpo finito y largo de color pardusco y sin ninguna gracia?

Los otros bichos del patio siempre la miraban despectivamente o con cara de hambre como el Señor Sapo, pero allí había alguien que la miraba de un modo diferente.

Felipa se animó y se acercó un poquito. Juan Cruz se sonrió y ella se dio cuenta de que él era feliz sólo con verla. Y ella, ella era feliz al ver sonreir a su pequeño amigo. Simplemente porque si ...

Desde entonces Juan Cruz salía seguido al patio para verla y ella se despertaba todos los días pensando que él vendría. Todos los días salvo los días de lluvia , claro, porque esos días no son para andar por ahí...

Era bueno que ella estuviera allí. Ese era el secreto que tanto había buscado.

Alguien, el creador de todas las lombrices , de todos los bichos y de todos los nenitos los había puesto ahí para que todos los nenitos y las lombrices fueran felices.

Desde entonces Felipa ya no se esconde, ni tiene miedo. Todos los días sale al patio a tomar sol y a mirar las rosas que por cierto , son tan hermosas.


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