sábado, 26 de junio de 2010

Cuentos de estacion V

LA ESTACION DE LOS COLORES

Aquella mañana había tantos colores en el cielo, tantos que parecía la paleta desprolija de un pintor. La gente salía de sus casas, como todos los días, para ir a trabajar y despacito, casi sin quererlo, iba levantando la mirada.

Rosa, verde, lila, gris y amarillo, y más allá tres arco iris subían y bajaban . Varias nubes rojas atravesaban los techos más altos.

- Pero, ¡ qué barbaridad ! - decía una señora gorda - Alguien tiene que poner fin a este desorden.

- Es verdad. - asentía su vecina - No se puede cambiar el cielo así como así. Alguien tiene que dar una explicación.

Y mientras se quejaba barría el polvo de la vereda, que ya no era gris sino anaranjado como el de las piedritas de la plaza.

- ¿Se da cuenta vecina?, ya ni el polvo tiene color a tierra.

- Evidentemente algo muy raro está pasando.

Cuando Andrés salió ese día para el colegio vio, como todos los demás, aquel fabuloso remolino multicolor y el corazón le dio un salto:

- ¡Es verdad! - gritó riendo y saltando.

Enseguida un grupo de señores de traje y portafolio que se hallaban reunidos en una esquina lo miraron seriamente.

Andrés se sobresaltó y fue a esconderse detrás de un árbol desde donde no pudo evitar escuchar la conversación:

- Esto no es un juego, es una cosa muy seria-

- Absolutamente seria. Imagínese que hoy escuché a un grupo de personas decir: “ Nunca se ha visto algo tan hermoso, no necesitamos nada más porque solo mirar el cielo nos hace felices.”

- Es cierto, yo también estoy sufriendo graves consecuencias. No pude vender un solo diario hoy. Cuando alguien finalmente se acercaba me decía: ¿ En el diario dicen algo sobre lo que está pasando?

Por supuesto, respondía yo , aquí está todo lo importante, el partido de futbol del domingo, la reunión de los políticos para las próximas elecciones, en fin, todo. Y las personas me respondían : No , no , yo quiero saber sobre el cielo. Gracias. No me venda nada.

Y así se fueron uno tras otro y, vea, allí está la pila de diarios sin vender.

- Algo hay que hacer. Tenemos que unirnos todos y pedir al gobierno que encuentre al responsable de esto y lo encierre para siempre.

Andrés se asustó tanto que salió corriendo y no paró hasta estar muy lejos de esos señores tan malhumorados.

Al fin llegó a la escuela donde la maestra esperaba como siempre.

- Seño, seño ¿vio el cielo?- gritaban los chicos

- ¿Cielo? Ah ! sí, las manchas. Seguramente hay alguna explicación científica. Ahora mejor vamos al aula que hay muchas cosas importantes que aprender.

Al salir de la escuela Andrés no pudo evitar ver que la gente marchaba por las calles con grandes carteles; unos, pintados con los mismos colores del cielo decían:

VIVA LA ESTACIÓN DE LOS COLORES

Otros , que llevaban señores enojados, entre los cuales Andrés reconoció enseguida a uno de los hombres de portafolio y bigotito que había visto más temprano, tenían escrito con letras negras en fondo blanco:

“NO AL DESORDEN. EXIGIMOS CONTROL DEL CIELO YA”

Cada vez más y más gente salía a la calle, unos tomaban partido por un bando y otros por el otro.

Tanto lío se armó que el gobierno ordenó una investigación para encontrar al responsable de semejante revuelo.

Cuán grande fue la sorpresa de todos al descubrirse finalmente que el culpable tenía seis años y vivía cerca de una plaza.

Andrés no sabía cómo lo habían descubierto. ¿Quién podía saber que había hablado con una estrella? “Aquello que tu corazón desea ya existe”, le había dicho la estrella al despedirse y luego al día siguiente todo era igual a lo que tanto había soñado.

¡ Los dibujos ! Claro, ¡esa era la prueba!. Sus dibujos eran igualitos a la ciudad así como se veía ahora.

A las 18:00 horas tocaron el timbre de su casa y un policía serio le trajo una nota con muchos sellos que decía:

“SEÑOR ANDRÉS FELIPE: TIENE VEINTICUATRO HORAS PARA ORDENAR EL DESASTRE QUE HA HECHO. SABEMOS QUE FUE USTED. NO SE DEMORE. EL JUEZ”

A la noche, despacito para que su mamá no lo viera, salió al balcón y empezó a llamar a su amiga estrella. Llorando le contó todo lo que había pasado.

Su amiga le respondió:

- Querido Andrés, yo también estoy triste porque el corazón de los hombres todavía no está preparado para recibir aquello que los hace felices.

- Sí, es cierto que hoy todos se peleaban. Pero, ¿por qué no vamos a poder ver más el cielo tan lindo? ¿Si es gratis? ¿Si era para todos?

La estrella pensó un momento y respondió :

- Está bien. – dijo la estrella pensativa - Cada año al final del verano durante una semana el cielo se pondrá de todos colores, pero para que no pase otra vez lo mismo, solo se darán cuenta aquellos que quieran tomar en serio su deseo de ser felices.

Y así, desde aquel día, al final del verano, Andrés sale a la ventana y mira sin cansarse el cielo repleto de colores como la paleta desprolija de un pintor. Y, cada tanto escucha algún chico en la calle gritar:

- ¡Mamá, mamá, el cielo está verde y un poquito amarillo!

Y, a veces, alguna mamá, casi sin darse cuenta, levanta los ojos al cielo y descubre la estación de los colores.

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