sábado, 26 de junio de 2010

Cuentos de estacion I

CUENTO DE OTOÑO

Don Otoño estaba muy enojado. Nadie lo había visto. ¡Nadie!.

La gente pasaba rápido, sin mirar, sin sorprenderse, como si nada hubiera cambiado.

Si llovía se arremolinaban los paraguas, si había viento las caras se escondían tras de las bufandas, pero los ojos siempre igual ... sin verlo !

Cuando Doña Pepa, la dueña del perrito de la otra cuadra, salió a pasear a la plaza como siempre, a Don Otoño le palpitó el corazón y se dijo:

- ¡Ahora si me van a ver!

Y echó a volar un torbellino de hojas secas a su alrededor.

- ¡ Qué viento! - dijo Doña Pepa sin pestañear.

Don Otoño estaba muy preocupado. No podía ser que este año nadie lo viera. El sabía que la gente cada día estaba más ocupada y hacía rato que veía como todos caminaban mirando el piso o con la vista fija en no se qué. Justamente desde hacía unos años había empezado a usar su estrategia del “torbellino de hojas” porque de este modo aún los más cabizbajos podían verlo.

Cansado se sentó a escuchar una conversación en la vereda

- ¿Viste las fotos del verano?

- Sí ...¡qué lástima que terminó!

- Por suerte ya vendrá el invierno y podré estrenar el abrigo de colores que me regalaste ...

Don Otoño no quiso escuchar más. ¡El invierno! ¡ El verano! ¡¿ Y yo?! , se decía un poco triste y un poco indignado.

Sin embargo, no se daba por vencido: le gritaba enojadísimo a la gente que miraba las vidrieras, les silbaba en el oído a los chicos que salían del colegio, les soplaba el sombrero a los jubilados, hacía flamear las banderas, ...¡ pero nada!

Nadie lo notaba, a nadie le importaba ya , que él estuviera allí.

- Estoy seguro de que si hiciera calor como en enero nadie me echaría de menos! ¡Ay! ¡Qué triste estoy! Suspiraba y suspiraba y mientras lo hacía las grandes bocanadas de aire hacían revolotear todo a su alrededor.

De repente, una vocecita lo llamó temerosa.

- Señor, señor ...

- ¿Qué pasa? - dijo Don Otoño sorprendido de que, por fin, alguien le hablara.

- Es que si sigue soplando así, no voy a poder juntar las hojitas para el jardín - le contestó Francisco.

- ¿Para el Jardín? - Don Otoño levantó la cabeza y vio las manitas de Francisco repletas de hojas amarillas de todos tamaños. Las apretaba muy fuerte para que el viento no se las llevara volando.

- No sé si Usted sabe, pero llegó el otoño y mi maestra nos pidió que viniéramos a juntar hojitas secas a la plaza. En mi salita tenemos un árbol requetegrande para pegarlas. Claro que ... – se detuvo sin saber si continuar hablando con un desconocido.

- ¿Qué...? - preguntó el Otoño tratando de no asustar a su nuevo amiguito.

-¡Que si sigue soplando así no voy a poder juntar ninguna! – protestó Francisco mientras acomodaba lo que había encontrado en una bolisita de colores.

Dándose cuenta de que, sin querer, estaba retando al Señor y mirando de nuevo las hojas le dijo:

-¡Y son tan lindas! ¿Usted las vio? ¡Mire! parecen de oro como el sol...Dice mi mamá que cuando pasa el verano , el sol, para descansar un poquito, se esconde en las hojitas de los árboles y por eso viene el otoño.

Don Otoño miró a Francisco y reconoció en sus ojos curiosos montones de preguntas escondidas. Sin hacer ruido lo ayudó a juntar las hojitas para el Jardín y luego lo llevó a pasear por la plaza: le mostró los nidos de los pajaritos, los charcos de la lluvia, las ramas de los árboles que ahora descansaban de tanto trabajar durante el verano y muchos, muchos otros secretos que el Otoño guarda solo para aquellos que se los quieran preguntar.

Antes de despedirse - porque ya era la hora de la leche - le regaló un secreto del que Francisco no se olvidó nunca, pero nunca más : “El que sabe mirar con atención encuentra las cosas que más desea el corazón”.


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